Somos muchos y cada vez seremos más. Para alimentarnos a todos, tenemos que desarrollar un modelo de consumo sostenible que el planeta pueda asumir y que no perjudique a las próximas generaciones.Como consumidores, tenemos que ser conscientes del coste que tienen nuestros actos. Por ejemplo, de las consecuencias medioambientales que tiene importar alimentos en lugar de consumir productos de proximidad. De hecho, en ocasiones ni siquiera sabemos que estamos comprando productos que han recorrido medio mundo. Por eso muchas veces compramos alcachofas chinas pensando que son de Navarra. O naranjas de Valencia que, en realidad, vienen de Sudáfrica. Con todo el petróleo y las emisiones que esto conlleva.Es necesario despertar la conciencia de los consumidores para acabar con este problema. Una buena manera de conseguirlo es hacer visible cuánto combustible cuesta traer alimentos de otros países a nuestras mesas. Ver con nuestros propios ojos el petróleo que comemos.